Paginas para visitar.

jueves, 3 de diciembre de 2015

El abismo de nos




La memoria. El sustento que agravia nuestra forma, pero que se percata de realizarnos hacia la muerte. ¿Que seriamos sino mas que recuerdos que fluyen cuando sí y se dan con cierta complicidad asimétrica?
Lo mas doloroso quizá, revivir momentos partidos. Y, ademas, el saber que los actos del presente, mas que quehaceres cotidianos son piezas en una escuadra ya declinada. No queda mucho tiempo, nada es como el primer día, caemos en la repetición del sinfín de átomos que habitan mientras, nosotros, la nada.
Nauseas, siento nauseas, ¿donde el regocijo? Uno no hace mas que encontrarse desenfundando los temores y deseos re-programados constantemente, caemos al vacío de lo inaudito, de lo ambiguo y contingente mientras el relativismo humano sucede sin mas, y eso agobia, pero ¿que importa? Quizá, nada. Quizá, todo. No hay respuestas claras a tales cosas, no se trata de un poder factico que nos permita una razón clara de ser, de ser arrojados hacia el aquí y ahora, no hay tecla que valga en esta desaparición forzada de letras pegajosas, de volumen lingüístico.
Solo estamos, damos pasos, intrínsecos al amor, amor... ¿amor en todas partes o amor en una sola? ¿Quien expuso que el amor debería estar partido o cerrado? Cada paso denota una pieza de dolor, lo cual es contra-indiferente al amor en si, la angustia, la alegría, ¿todo se resume en una sola palabra?
No pareciese tener una única función, un objetivo que la clasifique y califique como tal, pero entramos al vacío tan solo por habernos recreado día a día.
¿Que pensábamos?

La templanza rancia
dirige sin motivo
elude consigo
toda significancia humana.

Si pudiésemos repetir los recuerdos, pero, recrearlos sintiendo su perfume, su desnudez, dejar de angustiarse por el extrañamiento periférico, dejar de ahogarnos en algún origen deseado, solo volver a los recuerdos y poder jugar con aquellos al menos una vez mas.
Siempre lo humano pretendiendo lo imposible, siempre queriendo soportar lo ilimitado cuando éste no lo -ni nos- necesita, el papel ha sido tal cual lo dicho, desear el deseo de lo inaudito, el deseo "superfluo".
Empezaba la escena con erotismo, pero no era aquello la tilde de la obra, solo eran pedazos que conformarían escenas del ámbito meramente humano, lo vivido, lo sospechado, lo que realizamos siendo animales sociales. Cada acto constituyente de nuestras propias vidas, pero vistas desde una subjetividad quizá mas entera, mas propicia, ya que en la realidad los momentos son súbditos del tiempo, o mejor dicho, el tiempo es el verdugo que se halla en el patíbulo con el objetivo de acabar con aquellos fermentos en descomposición, pedazos de cosas, la cosificación humana. Pero solo palabras, eso sucedía, palabras mudas.
El principio demoledor, la mitad reminiscente, y la conclusión en el resurgimiento humano, el padre y el hijo en este caso. Somos victimas de lo que realizamos, pero también de lo realizado por subjetividades que deambulan por los mismos sectores en donde habitamos, entes que nos hacen ser lo que nunca llegaremos a contemplar nosotros mismos, sino aquellas miradas sucias, espías de lo lúgubre y marginal de nuestra carne. Mas, mas, mas y mas, necesitamos mas, no hay un apogeo de lo humano, excepto la muerte misma, según lo que determine ésta.
Decía un gran autor <<Yo no hubiera podido adaptarme a ningún destino. Estaba hecho para existir antes de mi nacimiento y después de mi muerte, pero no durante mi existencia>>.
La "angustia" es tal que no queda mas que el espejo de lo continuo y divergente, mas que la observación y el nacimiento constante e instantáneo, el volver a realizarse, el ser luego de no haber sido, y el no-ser después de haber nacido.